El uso de plantas en proyectos constructivos no es una novedad. La vegetación aporta un toque de color, refresca el ambiente, alegra y supone un elemento de diseño distintivo. Pero más allá de decorar, su uso también reporta innegables beneficios en la salud física y mental de las personas. Además, las plantas contribuyen a mejorar la calidad del aire, ayudan a regular la temperatura y humedad del ambiente y, a nivel urbe, a la mitigación del calor.
Por eso, no sorprende que con mayor frecuencia se estén incorporando elementos vegetales a los proyectos constructivos: desde las características zonas ajardinadas, hasta cubiertas y fachadas vegetales... e, incluso, espacios comunes como cafeterías, el hall de una oficina, o zonas con huertos urbanos donde prolifera el verde.
Sin embargo, la arquitectura ha dado un paso más en esta relación del ser humano y la naturaleza, integrando de manera consciente y con un objetivo que va más allá de un uso decorativo, las plantas en el espacio construido. Hablamos de Arquitectura Biofílica.
La Arquitectura Biofílica parte de la premisa de que la relación del Hombre con la naturaleza es una necesidad, a partir, de ahí se busca proyectar espacios donde esta conexión sea real, mejorando la salud y el bienestar de las personas. De esta manera, los elementos orgánicos deben de estar presentes de manera persistente y constante. Además, se busca reforzar esta conexión a través de la creación de un “vínculo afectivo”, ya que esto ayuda a mejorar la sensación de calma y paz mental. Y, por supuesto, fomentar la interacción con el entorno y las personas.
Aunque esta tendencia es relativamente reciente, encontramos ejemplos de Arquitectura Biofílica a lo largo de la historia, como los famosos Jardines Colgantes de Babilonia, reforzando esta idea de necesidad de conexión del Hombre con la naturaleza.
En la actualidad, son buenos ejemplos de este tipo de arquitectura el proyecto de oficinas “Ombú”, de Acciona, obra de Foster + Partners y Ortiz.León, o la Escuela Imagine Montessori en Valencia, un espacio que conecta a los alumnos con la naturaleza y que cuenta con certificación ambiental GBCE y BREEAM.
¿Cómo se aplica la Arquitectura Biofílica?
Para poner en práctica el diseño biofílico, los arquitectos y arquitectos técnicos deben de tener en cuenta tres patrones:
- Experiencias directas con la naturaleza. Se busca potenciar elementos como la luz natural, mejorando la iluminación del espacio a través de una correcta orientación, grandes ventanales e, incluso, colores agradables que no se pueden lograr con iluminación artificial. El agua –mediante el uso de estanques, fuentes e, incluso, paredes de agua–, y, por supuesto, las plantas vivas. Un gran ejemplo son las paredes y techos verdes, que además contribuyen a mejorar la biodiversidad del entorno, reducen los efectos del calor e, incluso, ayudan a ahorrar energía manteniendo el interior de los espacios a una temperatura confortable.
- Experiencias indirectas de la naturaleza. En este caso, hablamos de una representación simbólica de la naturaleza a través de imágenes, murales, cuadros..., pero también empleando materiales de construcción naturales, como madera, piedra, etc., o replicando formas orgánicas en la decoración (hojas, conchas...). Para que sea un diseño efectivo, el uso de estos elementos debe hacerse de forma armónica y coherente.
- Experiencia del espacio. Aquí hablamos de cómo el espacio se organiza para adaptarse a las necesidades de las personas y a sus preferencias. A través del diseño el arquitecto o arquitecto técnico deberá proporcionar:
- Amplias vistas del entorno, tanto hacia el exterior como el interior.
- Zonas de descanso, separadas de la actividad principal.
- Creación de áreas que fomenten la movilidad de los individuos con rutas de acceso y salida.
Beneficios de la Arquitectura Biofílica
Las ventajas de este tipo de construcciones son notables tanto para la salud de las personas, como en términos de impacto ambiental.
- Para las personas:
Mejora la salud física y mental; reduce tensiones; disminuye el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiacas; mejora la concentración, el aprendizaje y la productividad. Además, crea ambientes más relajados, seguros y confortables.
- Para el medio ambiente:
Se fomenta la biodiversidad animal y vegetal, mediante el empleo de plantas autóctonas que sirven de refugio para pequeños mamíferos, insectos o aves. Se reduce el efecto “isla de calor” en las ciudades al refrescar el entorno. Se mejora la calidad del aire interior y se reduce la presencia de contaminantes en el ambiente. Contribuye a reducir la demanda de energía y se optimiza la gestión de los recursos como el agua.
Certificaciones como GBCE, BREEAM o Well valoran positivamente la implementación de este tipo de diseño en los proyectos constructivos a certificar, tanto por su proyección social como por su contribución a la sostenibilidad del edificio.